Es
la casa,
pero
no encuentro la puerta.
El
zaguán
las
macetas
dos
bancas para las visitas
que
van de paso.
En
el patio,
frágiles
flores,
y
el jazmín del fondo
con
su oscuro regazo de juegos.
El
secreto está ahí:
lo
revelan los pájaros
que
revuelan en sus jaulas estrechas,
sin
que nada sospechen mis hermanas,
mientras
alzan los brazos hacia
las
ramas altas.
Abren
los ojos sin alcanzar
los
últimos rayos del sol,
o
la luna de azahares
de
los naranjos
con
los fantasmas
del
anochecer.
Envuelta
en el humo
de
la cocina, junto al aroma
del
membrillo, que brinca el cazo de cobre,
y
quema el recuerdo, y aviva
el
agridulce sabor de la vida,
mi
abuela.
En
el cuarto de estar, máquinas
de
coser
emprenden
su carrera
y
mecedoras mecen
viento
de la mañana.
Ya
no la encuentro, y era sólida
sólida
y resistente, ésta es la llave,
pero
ya no entra por la cerradura,
o
ya no es la misma
puerta.
(De Puertas)
© Dolores Castro
© Carmen Amato
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