Quién pudiera
dormir/ y despertar como la verde rama, ¿quien pudiera ser bello como árbol inmóvil sin sucumbir al
viento? ¿quién pudiera andar sin
caer? ¿Quién fuera luz para no
temer las fuerzas tenebrosas que habitan lejos y dentro? ¿Quién? Pregunta la
poeta. ¿De dónde viene la luz?/… ¿Muere
en mi?, añade como si fuera un
bardo de la antigüedad y responde cantando, sin titubeo, que la luz de ella
viene y a ella va. No es San Juan
de la Cruz muriendo porque no muere, no es Al Jallah extasiado como palomilla
en el fuego de la vela, es una mujer lejos de las luces fosforescentes que
nublan las calles de hoy, lejos del bullicio que ensordece el silencio, lejos
de las alturas porque sus pies y su canto están en la tierra; …hasta donde la sombra ya no puede caer.. Y repito la palabra tierra como si
fuera cuerpo y siembra, piedra; como si fuera cosa pequeña o día después de las
noches; como si fuera el fuego del Colorín despidiendo el invierno o las imágenes de Carmen Amato deteniendo el
instante.
Paralelo al sutil mecanismo de una cámara fotográfica
ambas, poeta y fotógrafa, revelan en sus composiciones el milagro de la luz
insertada en el tiempo. Con palabras/ de sombra/ te glorifico/ luz
de la fuente/ fuente de la luz.
Qué lejos están los días cuando había Nostalgia de la Luz, que lejos la sombra que parecía infinita, qué
lejos está del clarín del gallo y la puerta cerrada; de la cocina que está
después del patio que está pasando el zaguán donde cuelga la llave; que
lejos. Y es que el milagro se
detiene en el recuerdo que finalmente llega después del olvido pero también se
posa en las tempestades que prometen los amores y los vínculos.
No hay pretensión alguna ambas, transitando por la
tierra, elevándose apenas, flotando/ como
espuma/ adherida adherida., saben
que la vida fluye como el río y que deriva en la muerte, pero también saben que
entre el nacimiento y la mar, la luz; que entre el día y la noche, la luciérnaga;
que entre el ruido y el silencio su canto, el canto de Dolores y Carmen. Hoy el camino solitario de cada una se
encuentra como foto y verso, pero sobretodo como hilo anudado entre la trama y
la urdimbre que sabe por experiencia que la vida de a dos es más sencilla,
porque te arrastra el agua sin ahogarte,
pero que sólo solo se encuentra “Contemplo mis años a solas/ …y parece que
nacieron ayer/… y se fingen sonámbulos/… para confiarme/ lo que ya no les
pertenece:/ el día luminoso/… el vuelo de la vida en torno mío…”
¿Quién pudiera dormir sin temer que el día se acabe? ¿quién
sería capaz de atravesar las aguas lodosas y salir limpio? ¿Quién? pregunto después de ver y leer,
¿Quién, si todos nos movemos en el juego de las paradojas? ¿quién? Me respondo que aquel que se
mantiene bellamente inmóvil como la rama verde y que A la sombra de las
palabras… encuentra la rendija
de luz y su ascendencia.
Zyanya Mariana
Septiembre 2010
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